Habitamos una bubble llamada Frontera Sur: los límites imaginarios de una Buenos Aires sin tiempo, donde tanto las estructuras como las personas pelean sin respiro por prevalecer. Tenida por ese clima de época, la muestra se organiza en tres islas temáticas: El paisaje fuera de tiempo, La política y Materia (interior). El conjunto fue gestándose de manera caótica y sin orden cronológico, al punto de que algunas obras --como Cachoeira y Cena-- aún permanecen abiertas. Pero, al igual que la atmósfera del Sur, este proceso no se reivindica ni se condena: simplemente se lleva, como diría el tango, clavado como un puñal en la carne. En el desarrollo de estas obras, los cuadros parecen convocar --casi por cuenta propia-- una legión pictórica que los antecede y los sostiene. A través de la materia, emergen ecos del barroco holandés, de los realistas de Barbizon, del primer Van Gogh de la etapa parisina, del Goya oscuro, de Rouault, Cranach o Morandi. No como referencias deliberadas, sino como presencias invocadas en el mismo acto de pintarse. Así, Frontera Sur se revela como una manera cocida a retazos, carencias y fuerza vital; una identidad que encuentra en los barrios del Sur su lugar de pertenencia.

Frontera Sur

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